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sábado, 5 de agosto de 2017

ESPECIAL ///EL TIGRE DE SANTA JULIA //// José Sánchez López

ESPECIAL
EL TIGRE DE SANTA JULIA
                                                                               José Sánchez López 

"Me sobra valor p'a mirar a la muerte de frente. Allá los espero".

Sobrado, desafiante; así se dirigió José de Jesús Negrete Medina, mejor conocido como "El Tigre de Santa Julia", al piquete de soldados que se disponía a fusilarlo, al tiempo que rechazaba que le vendaran los ojos. Su ejecución tuvo lugar en el muro norponiente de la cárcel de Belén, donde actualmente se ubica el Centro Escolar Revolución, en la avenida Niños Héroes y Arcos de Belén, colonia Doctores.

La noche anterior a la madrugada de su fusilamiento, el legendario ladrón de caminos, al que la gente idealizó y llegó a comparar con "Chucho El Roto", capaz de robar el dinero a los ricos para repartirlo entre los pobres y desafiar abiertamente al gobierno porfirista, había pedido como última voluntad: barbacoa para cenar, un traje negro para morir "elegante" y un puro, "p`a jalar aire a la hora de pararme frente al pelotón".
Jesús por nombre tenía
Negrete por apellido.
Sus señas eran las balas,
su santo el mismo Cupido.

José de Jesús, nació el 11 agosto de 1873, en Cuerámaro, Guanajuato, del matrimonio formado por José Guadalupe Negrete y Luisa Medina, el hombre dedicado al campo y la mujer a su hogar.

Su nacimiento ocasionó la muerte de su madre, lo que originó el odio irracional de su padre que veía en el pequeño al responsable de la muerte de su pareja y lo culpaba de su tragedia, por lo que no perdía oportunidad para molerlo a golpes.

Los maltratos de su padre y el rudo trabajo del campo, terminaron por hartarlo y siendo un adolescente, dejó su natal Cuerámaro y se vino al Distrito Federal, donde durante varios años y por distintos rumbos se dedicó a diferentes  actividades, sin un oficio definido, incluso participó, a las edad de 17 años, en 1890, en la construcción de la base del monumento al Ángel de la Independencia.  

Sin embargo, el sueldo de alarife y lo rudo del trabajo tampoco le satisfacieron y terminó por enrolarse en el Ejército, al que se incorporó en 1895, a la edad de 22 años, en el Tercer Batallón de Artillería como soldado raso.

En tan sólo año y medio, alcanzó el rango de sargento segundo, pero de nueva cuenta la paga no le pareció suficiente y solicitó su baja. Hasta esa fecha, seguía siendo solamente José de Jesús Negrete Medina, sin antecedentes delictivos y sin que la justicia lo reclamara.

Por algún tiempo siguió vagabundeando, pero sin ningún trabajo fijo, hasta que se fue a vivir al antiguo barrio de Santa Julia, cuyo nombre obedece a que la ex hacienda era propiedad de Julia Gómez. En ese entonces abarcaba lo que ahora corresponde a las colonias Tlaxpana y Anáhuac.

Con la preparación y el adiestramiento recibido en el Ejército, decidió no trabajar y mejor formar una banda de salteadores de caminos, con sus amigos Tranquilino Peña, Fortino Mora, Gregorio Mariscal y Pedro Mora.

Su primer atraco fue a la hacienda de Aragón y de ahí siguieron infinidad de asaltos, sobre todo a rancherías, terratenientes, ganaderos, aristócratas porfirianos y caciques. 

Su fama comenzó a crecer porque era un abierto oponente al régimen de gobierno porfirista y así lo hacía notar cada vez que delinquía, además de que buena parte del botín lo repartía entre la gente pobre, pero aún no se le conocía con el mote que lo hiciera tan famoso. 

Robó catrines y haciendas,
mató muchos tecolotes
y no le faltaron tiendas
donde hiciera sus borlotes.

A principios de 1905, por el rumbo de la Villa de Guadalupe, junto con sus compinches asaltaron una gendarmería donde se apoderaron de armas y municiones que utilizarían en sus futuros robos.

En ese asalto, Jesús se hizo de una hermosa pistola de la ya no se separaría nunca, una colt calibre 44 con cachas de nácar.

Al paso del tiempo los asaltos se hicieron más comunes y constantes y la banda cobraba mayor fama en todo el barrio de Santa Julia

En cierta ocasión ocurrió un enfrentamiento a balazos con la gendarmería que estuvo a punto de atraparlo, pero Jesús abatió a dos de los policías y a partir de entonces la gente le impuso el apodo de "Tigre de Santa Julia".

Sus correrías eran ya bastante conocidas e incluso el periódico El Imparcial, que lo describía como un troglodita, llegó a publicar parte de su historia.

A la par que cobraba fama como "ladrón justiciero", aunque sanguinario, también se le achacaron innumerables amoríos, señalándolo como todo un conquistador.

Le decían El Mil Amores
del barrio de Santa Julia;
cual tigre de la sierra
las contaba por colores.

Durante los meses siguientes continuaron los asaltos por ese rumbo, hasta que la banda fue aprehendida y sus miembros llevados a la cárcel de Belem, pero a los pocos días se fugaron.

Sus hombres, que se quedaron por el rumbo, fueron recapturados en cuestión de horas, pero José de Jesús se fue rumbo a Tacubaya, al barrio de Puerto Pinto, donde vivía una de sus su novias, Guadalupe Guerrero.

Buscó nuevos integrantes para su banda, intensificó sus acciones y se convirtió en todo un dolor de cabeza para el gobierno, ya que se hacía humo cuando estaban a punto de atraparlo.

De Tacuba a Tacubaya,
de Guerrero a La Piedad,
fue el azote del Gobierno
de toda la sociedad.

Jesús tenía la precaución de no pasar más de una noche en sus escondites, así que la policía no tenía pista alguna para seguirlo.

Fue entonces que el coronel Félix Díaz, que era el inspector general recibió órdenes de su tío, el general y presidente de México, Porfirio Díaz, de detener ya al temible salteador y asesino.

Las indicaciones eran capturar lo más pronto posible al "Tigre de Santa Julia", para evitar que siguiera tomando fuerza entre la gente y pudiera llegar a convertirse en una especie de líder social capaz de organizar una revuelta.
Don Porfirio le echó encima
a toda la fuerza armada
pero en la primera esquina
que se tantea a l'acordada.


Ante la presión del señor presidente, el coronel Díaz comisionó a uno de sus mejores hombres, al capitán Francisco Chávez, quien quedó al frente de las acciones para capturar al temible salteador.

Al hacer sus investigaciones, Francisco se enteró de los amoríos de José de Jesús con Guadalupe Guerrero, y entonces se vistió de civil e hizo correr el rumor de que él y Guadalupe eran amantes, con la intención de despertar los celos del bandido.

El plan del inspector Chávez estaba resultando como esperaba, así que dispuso de un piquete de gendarmes para hacer guardia en la casa del amor del "Tigre de Santa Julia" para detenerlo en cuanto se hiciera presente.

Y aparentemente así había ocurrido, ya que desde que se esparció el rumor de los amoríos de Guadalupe con el capitán Chávez, José de Jesús comenzó a visitar con mayor frecuencia a su novia, quería comprobar si era cierto y de ser así, acabar con los dos.

Pero aun así, José de Jesús era desconfiado, precavido e inclusive taimado y mientras los gendarmes estuvieron vigilando la casa de Guadalupe, no se acercó para nada por lo que el capitán Chávez dispuso que fuera retirada la vigilancia.

El 28 de mayo de 1906, el capitán Chávez recibió el "pitazo" de que "El Tigre" se encontraba en la casa de su amante. Se trataba de una fiesta en la que lo festejaban y agradecían la ayuda que daba a los lugareños.

El comelitón era en grande: carnitas, guajolote en mole, gordas y toda clase de fritangas, acompañadas de cerveza y barriles y barriles de pulque, blanco y curado, de jitomate, piñón y apio, que era el que más le gustaba al "Tigre".

Los efectos del atracón no tardaron. 

De improviso José de Jesús se vio obligado a levantarse de la mesa para casi echarse a correr a la parte trasera del caserón.

Cruzó una pequeña milpa y se fue hasta atrás de una nopalera.

De manera simultánea, el capitán Chávez junto con 12 de sus gendarmes, así como los oficiales Ladislao Barajas y Manuel Mayen llegaron a la finca y comenzaron la búsqueda del famoso bandido.

En cuestión de minutos, la casa fue invadida por los policías que revisaron todos los rincones: debajo de la cama, en los roperos, en la cocina, pero nada, del "Tigre" que se había esfumado como si fuera un fantasma, pero los guardias no lo habían visto salir.

Por algunos minutos más siguieron buscando y cuando ya se disponían a retirarse, sin haberlo localizado, el oficial Ladislao se dirigió hacia la milpa y al llegar a la nopalera, descubrió a José de Jesús, en cuclillas.

Estaba defecando, para lo cual se había despojado de su pistola, la colt calibre 44, una canana con 100 cartuchos y una enorme daga, de los que no pudo echar mano, por la difícil postura en que se encontraba, para defenderse y evitar su captura.    
Los policías lo rodearon y una vez que se subió los pantalones, pidió que no le amarrasen las manos. En medio de sus captores, fue conducido primero a la Comisaría y después a la cárcel de Belén.

La manera cómo fue capturado José de Jesús, dio origen al dicho popular: "lo agarraron como al Tigre de Santa Julia", que se aplica de forma general a aquellos que son capturados cuando están realizando sus necesidades fisiológicas.

Por espacio de tres años, la defensa de su abogado Justo San Pedro, evitó que fuera ejecutado, ya que se había solicitado la pena de muerte en cinco ocasiones, hasta que el 21 de diciembre de 1910, fue fusilado, a los 37 años de edad.

Ya con ésta me despido,
llevándome mi tertulia,
aquí se acaba el corrido
del Tigre de Santa Julia.

Tras su fusilamiento, fue sepultado en el panteón de Dolores, pero el 28 de marzo de 1931 sus restos fueron exhumados y su cráneo fue a dar a la bodega del referido cementerio donde por años estuvo en una caja de zapatos.

Luego fue rescatado por el famoso criminólogo Alfonso Quiroz Cuarón, que tras estudiarlo decidió que serviría para la decoración de su oficina.

Actualmente, a 144 años del nacimiento del "Tigre de Santa Julia", su cráneo está guardado en una pequeña caja de cristal que se exhibe en el Centro Cultural Isidro Fabela, en el barrio de San Ángel, en la Delegación Álvaro Obregón. 

Su fama, aunque negativa, le mereció un corrido el cual fue publicado por la imprenta de Antonio Vanegas Arroyo y fue motivo, además, de ilustraciones por parte del célebre grabador y caricaturista, José Guadalupe Posada.

Sobre el tristemente célebre personaje, se han escrito algunos libros que narran su historia, entre ellos los de Carlos Isla y el de Melina S. Bautista, haciendo del personaje una leyenda equiparable a la de Chucho "el Roto" y se han hecho dos películas en las que hay más ficción que realidad.
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