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jueves, 10 de octubre de 2019

LA BARRIADA/MAS VALEN QUE DIGAN AQUÍ HUYO

POR MARTIN AGUILAR

Diez meses han pasado desde que llegó la nueva administración a la Ciudad de México; periodo donde lo único que parecía tener en orden, era el gabinete, Pero la renuncia de Jesús Orta, a la SSC -quien se había comprometido a renunciar si en un año no bajaban las cifras de delitos dolosos-, precipitó las cosas. Y es que varias Alcaldías han sido rebasadas por la inseguridad, incluso, el último informe del INEGI sobre prevalencia delictiva, coloca a la capital como la entidad con el mayor índice.


Jesús Orta se dio por vencido después de tres conflictos importantes en un periodo corto de tiempo; las marchas del 26 y 28 de septiembre, además de la del 2 de octubre, pero quizás en mayor parte, tras darse cuenta de su ineficacia, que hacía imposible el cumplimiento de estándares mínimos de seguridad pública.


Según cuenta la leyenda, la llegada a la SSC de Omar García Harfuch, quien se desempeñaba como titular de la Policía de Investigación local, es la respuesta a un grito desesperado de ayuda por parte de los ciudadanos, ya que el nuevo secretario cuenta con acreditaciones de la Administración de Control de Drogas, del FBI y hasta de la Universidad de Harvard.


Sin duda, el tema de la seguridad es uno de los grandes pendientes; en este momento, la gravedad de la situación requiere gran capacidad, compromiso y una nueva estrategia que reconstruya las cosas en la capital.


Mientras haya falta de compromiso real con el tema y sigamos teniendo un cuerpo policiaco corrupto y desmotivado, de nada servirá que tengamos al frente de nuestras instituciones a personajes con perfiles tan prometedores como el del nuevo Secretario de Seguridad Ciudadana.


Y aunque sus días estaban contados, en el gobierno de la capital querían que antes de irse Orta se llevara el último golpe sobre su desastrosa actuación al frente de la Secretaría de Seguridad Ciudadana, y es que la idea era que se presentara ante el Congreso de la Ciudad de México a dar la cara, como parte de la glosa del primer informe de Claudia Sheinbaum al frente de la Ciudad de México y dejar la casa limpia.


Pero el sólo hecho de tener que pararse ante los diputados llenó de pánico al exjefe policial, sobre todo porque se enteró que no sólo los legisladores de oposición le estaban tendiendo la camita, sino la propia fracción de Morena se sumaría al linchamiento y la oposición le cuestionaría los números al alza de la inseguridad, pero, sobre todo, le pediría aclarar el tema del millonario contrato entregado por asignación directa a una empresa por la renta de las patrullas de la SSC.


Como se han filtrado muchos datos "extraños" de esa contratación, Orta no quería ser cuestionado, aunque ese no era el tema al que más temía, sino a otros dos, que en particular tenían molesta no sólo a la ciudadanía, sino a toda la 4T, por lo que el hoy exfuncionario tendría que haber respondido a cuestionamientos de diputadas –incluyendo de su partido–, acerca de agresiones sexuales a mujeres en calles y transportes públicos, incluyendo la presunta violación de sus policías a una jovencita en Azcapotzalco.


Pero también iba a ser cuestionado sobre la falta de pericia de sus elementos para contener a un grupo de jóvenes anarcos, durante la conmemoración del quinto aniversario de los hechos de Ayotzinapa y sobre el "cordón ciudadano" del 2 de octubre, que no se olvida y ante ese panorama Orta pidió a Sheinbaum terminar con su martirio y se adelantó la llegada de Omar García Harfuch, que ya estaba planeada.


En teoría, el nuevo jefe policiaco comparecería hoy jueves en Donceles, pero se pospuso de forma indefinida su presencia hasta que tenga algo que informar, pues se acaba de sentar en la silla, mientras tanto, la jefa de Gobierno sigue dando traspiés, pues el lunes por la noche, al concluir el caos hecho por los taxistas que ahorcó la capital, advirtió que no se volverán a permitir más bloqueos, y que se trató solamente del 0.4 por ciento de los taxistas.


Lejos de ayudar con sus declaraciones, Sheinbaum exhibió una vez más a su propio gobierno, pues si sólo un ciento de anarcos y cuando mucho 500 taxistas desquician la capital, ¿qué será si los inconformes se unen a microbuses y camiones, por ejemplo?


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