POR MARTIN AGUILAR
Cuando inició la actual legislatura del flamante Congreso de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum —entonces jefa de Gobierno electa— juró y perjuró que en la bancada de Morena no se formarían tribus, como ocurría con sus primos-hermanos del PRD.
Tan importante misión fue encomendada a la diputada Ernestina Godoy, a quien le entregaron la coordinación del grupo parlamentario, que llegaba con todas las ventajas a Donceles.
A Godoy le bastaron menos de tres meses para despedazar la bancada, que se le salió de control a las primeras de cambio.
Tan mal trabajo hizo, que en menos que canta un ganso se le partió el grupo y fue tal su torpeza que tuvo que ser rescatada por López Obrador como procuradora de Justicia de la Ciudad de México, cargo en el que no sólo se ha hundido ella, sino que ha arrastrado a los capitalinos.
Pero su salida del Congreso local no acabó con la división, sino al contrario, dejó tal tiradero que la fracción quedó partida en tres: el grupo oficial lo encabeza Ricardo Ruiz, a quien le regalaron el cargo y es un cero a la izquierda, pues nadie lo toma en serio.
El grupo que en realidad opera, y que se mueve, incluso, con la oposición, lo encabeza José Luis Rodríguez, quien llegó a la curul apoyado por Andy, el segundo hijo del Presidente, aunque se le identifica como operador cercano al senador Ricardo Monreal.
Y el tercer grupo, que al inicio no pasaba de cinco o seis diputados, lo integraban Rigoberto Ochoa, Guadalupe Chavira y Lety Varela, entre otros, que habían sido apartados y estaban en la búsqueda de espacios.
Desde que Morena ganó el Congreso por aplastante mayoría, se supo que la guerra de los morenistas no sería contra la oposición —casi desaparecida—, sino que se desataría una guerra interna en la granja, pues no tenían enemigos fuera.
Aunque era obvio que eso pasaría, en el gobierno central no calcularon bien y, en lugar de nombrar a un líder fuerte para que controlara el grupo, le regalaron el cargo a Ruiz, un tipo sin trayectoria ni fuerza, al que nadie pela en la bancada y que no es capaz de operar nada.
Eso provocó el surgimiento de grupos que buscan llevar agua a su molino, al grado de que hasta diputados bonsái, como Rigo Ochoa y Chavira se hayan envalentonado para asumirse como líderes de una "tercera vía" al interior de la bancada.
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