Rebeca Marín
El confinamiento por la emergencia sanitaria provocó el cierre de miles de fuentes de trabajo. La tasa de desocupación, que a inicios del sexenio rondaba cuatro por ciento, se disparó a 5.4 por ciento en el segundo trimestre de 2020. Desde ese entonces ha ido descendiendo cada trimestre, pero sin recuperar aún los niveles prepandemia.
El número de empleados permanentes registrados ante el IMSS (trabajadores formales) se ha mantenido casi igual, salvo por la reducción que se experimentó en 2020.
Por otra parte, durante el gobierno de AMLO se ha dado el mayor incremento en el salario mínimo de la historia reciente, al recibirlo en 88 pesos y ubicarse hoy en 141. Pese a ello, siguen creciendo los empleos de hasta un salario mínimo mientras que se pierden los de mayor remuneración (más de cinco salarios mínimos).
En lo que respecta al PIB, en 2019 la economía cayó 0.2 por ciento. La pandemia provocó una contracción al año siguiente de 8.2 por ciento, y para este año la recuperación promedia un rebote de crecimiento de 8.8 por ciento, el mayor en la historia reciente.
La inflación estuvo caracterizada al principio del sexenio por bajos niveles y en sintonía con los objetivos del Banco de México, sin embargo, durante 2021 ésta ha ido aumentando en buena parte por el encarecimiento de energéticos. Alimentos básicos como el maíz, el huevo o el frijol han tenido resultados mixtos.
Si algo caracteriza a López Obrador, es su discurso de justicia social y su genuina preocupación por los pobres. Los programas sociales de su administración están destinados a transferir recursos a los que menos tienen.
La pobreza, sin embargo, sigue creciendo. De acuerdo con el último informe del Coneval, el número de pobres en México pasó de 51.8 a 55.6 millones entre 2018 y 2020. Hay que reconocer que la cifra captura el efecto de la pandemia sobre los ingresos de los hogares.
En cuanto a carencias sociales, disminuyó la proporción de la población sin seguridad social y sin servicios básicos y espacios de calidad en su vivienda. Por el contrario, creció la población con rezago educativo, sin acceso a la alimentación y, sobre todo, sin acceso a servicios de salud, lo que se empalma con la decisión de desaparecer el Seguro Popular (que atendía a personas sin seguridad social) y reemplazarlo por el actual Insabi.
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