De élites, doraditas y clasismo no superado
Ricardo Monreal Avila
La inauguración del nuevo Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA) se convirtió en un fenómeno mediático de gran relevancia; la importancia de la obra es incuestionable.
El hecho de haberlo construido en tiempo y forma y a un costo mucho menor del que se tenía previsto para el proyecto fallido de Texcoco representa un triunfo para la administración de la 4T, ya que se hizo evidente que la opulencia no necesariamente va de la mano con la funcionalidad o la pertinencia.
La multitud de opiniones en torno a la edificación del AIFA y su reciente apertura va en diversos sentidos, desde lo arquitectónico hasta lo operacional.
No obstante, también mostró la percepción que las mexicanas y los mexicanos tenemos de nosotros mismos y de nuestro país, pues hubo quienes vieron en esta obra uno de los más importantes símbolos para reconocernos a nivel internacional, y es que, para representantes de la derecha conservadora, el proyecto de Texcoco vislumbraba un proyecto de primer mundo que, dicho sea de paso, no reflejaba la realidad de más de la mitad de la población nacional.
Los sobrecostos que giraban en torno al proyecto de Texcoco más el desembolso de descomunales recursos públicos implicados en su eventual mantenimiento hacían inviable la edificación de un aeropuerto de las proporciones planteadas. Se trataba más bien de una obra faraónica que, lejos de ser un aliciente para aliviar la saturación del tráfico aéreo en esta parte del Valle de México, tenía pretensiones de negocio privado, en contubernio con el poder político.
El AIFA no encaja en lo que el conservadurismo mexicano imagina para su propio beneficio; su costo fue bastante menor a los miles de millones de dólares presupuestados para costear el proyecto de Texcoco y, por supuesto, su rentabilidad es aún mayor, ya que no hay una deuda pública por subsanar y las erogaciones futuras por concepto de mantenimiento serán perfectamente manejables y razonables.
Para disidentes o voces detractoras de la Cuarta Transformación es difícil concebir los beneficios de la austeridad republicana y la eficiencia del Gobierno federal. Muchas de las críticas se centran en las cuestiones de accesibilidad y movilidad, las cuales, sin embargo, son situaciones perfectamente tratables que de hecho ya se están atendiendo, para que en breve se pueda hacer uso del aeropuerto sin mayores complicaciones.
Otro de los señalamientos -directo y entre líneas- que se han escuchado, se centra en que la concepción de un nuevo aeropuerto, mucho más pequeño y austero, es proporcional a la visión que tiene para el país el actual presidente de la República, el Lic. Andrés Manuel López Obrador, lo que en todo sentido es un argumento falaz.
El titular del Ejecutivo federal ha sido firme en sostener una postura frugal y republicana al interior de su gobierno, en lo relativo al manejo de los recursos públicos.
No se puede proceder al dispendio en obras fastuosas, cuando hay necesidades mucho más apremiantes en todo el país. Para solucionar el problema de la saturación del tráfico aéreo en la Ciudad de México, la realización del AIFA y su operación conjunta con el AICM y el aeropuerto de Toluca constituyen medidas más que suficientes, situación que fue objeto de total desatención por parte de los gobiernos anteriores.
Además, resulta evidente que la visión respecto de la planeación y ejecución de este tipo de obras conlleva una carga ideológica; las administraciones pasadas parecían estar atravesadas por estereotipos, estigmas o prejuicios, que redundaban en manifestaciones de clasismo, marginación o racismo. Ello explica por qué ciertos integrantes del conservadurismo e incluso algunos sectores de la sociedad se escandalizaron cuando vieron a una mujer vender doraditas durante la inauguración del AIFA.
"¿Cómo es posible que comida ambulante se esté comercializando en el nuevo aeropuerto?" "¡La informalidad ha alcanzado las puertas de la infraestructura, símbolo de la prosperidad y la modernización del país!"; tales o semejantes fueron los cuestionamientos y afirmaciones que se pudieron leer en redes sociales o que incluso saltaron a los medios de comunicación tradicionales.
Clasismo. Un mal tan arraigado en la cultura mexicana que se hace evidente en el día a día a lo largo y ancho del país. La discriminación se hizo presente; segmentos de la sociedad consideran indigno que una persona ofrezca un alimento que no corresponde a la expectativa comercial que tienen de un aeropuerto, lugares que sólo pueden ser ocupados por marcas transnacionales y cuyos costos únicamente pueda solventar un sector de la población.
Hay quienes creen que la comercialización de cierto tipo de productos, por personas de tales o cuales características, rebaja el lugar o degrada las instalaciones por donde transitan visitantes del extranjero, pues esa imagen no corresponde a la del México de primer mundo que se quiere vender; algo por demás absurdo y retrógrado que, en pleno siglo XXI, se sigue reproduciendo desgraciadamente en varios círculos de nuestro país.
Creer que un platillo como las doraditas no está a la altura para su comercialización en el nuevo aeropuerto internacional corresponde a una mente colonizada. La realidad es que el AIFA no es exclusivo de una élite, sino que pertenece a todas las culturas, a todos los mundos, a todas las personas que convergen en México.
Twitter y Facebook: @RicardoMonrealA
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