Luego que un un día antes de la marcha por el Día Internacional de la Mujer, Martí Batres pronosticaba una jornada violenta, y decía que al menos 15 grupos radicales buscarían infiltrarse en las protestas para causar desmanes en la ciudad.
Detalló las armas que llevarían, y con las que intentarían hacer daño físico a las participantes, incluso a las mujeres policías que serían desplegadas en el operativo de seguridad.
El funcionario buscaba lavarse las manos por si alguna tragedia se presentaba, pues su área cargaría con el costo político. Pero también intentaba inhibir la participación de las mujeres para que la marcha fracasara.
Afortunadamente, los pronósticos catastróficos de Batres fracasaron, y las mujeres dieron una lección de civilidad a las autoridades, que ahora buscan llevarse el crédito.
El funcionario dejó aflorar ayer su otro yo. Desdobló su personalidad y dijo que todas las áreas de Gobierno funcionaron a la perfección, para lograr que la manifestación concluyera sin incidentes graves.
Olvidó que un día antes auguraba una de las manifestaciones más violentas; ayer hasta felicitó a quienes marcharon por haberlo hecho en orden.
Es como si fuera otro Martí, que al asegurar que habían funcionado todas las instancias "de Gobierno" —no del gobierno—, se quiso llevar todo el crédito, como si hubiera sido el artífice de la paz.
El trabajo del secretario de Gobierno ha sido realmente mediocre en todos los sentidos, pues la tarea que tendría que hacer el titular de una área, como la que encabeza, es tan deficiente, que la propia Claudia Sheinbaum ha tenido que entrar al quite.
Eso de plantear un día antes un escenario catastrófico, a asumirse al día siguiente como el salvador del feminismo, habla de al menos un problema de doble personalidad, por no decir de bipolaridad.
Nada más le falto decir a Martí que es el feminista número uno de la ciudad y que deberían de erigirle un busto la exGlorieta de Colón, donde colectivos de mujeres demandan un monumento icónico de su movimiento.
Pero si bien es cierto que los incidentes fueron mínimos, el punto central de la protesta queda intacto: las mujeres exigen vivir en una ciudad segura y justa para ellas.
Si las feministas cumplieron al manifestarse en paz, ahora toca al gobierno dar respuestas y no sólo conferencias para prometer —una vez más— que trabajarán para garantizarles seguridad.
No basta con que la carnala Ernestina Godoy anuncie el mero día que la Fiscalía a su cargo detuvo a un presunto feminicida, cuando la mayoría de ellos andan libres porque su dependencia no da el ancho.
Tampoco es suficiente que la fiscal se una a las mujeres gobernantes de Morena para ir a echar porras a Palacio Nacional el Día Internacional de la Mujer, en lugar de ponerse del lado de las víctimas que reclaman justicia.
No se vale apelar a la bipolaridad.
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