Un asunto que el fin de semana pasó desapercibido, pero que impacta directamente en la vida política de la capital, fue el regreso de Miguel Ángel Vásquez Reyes, ex subsecretario de Administración y Capital Humano de la CDMX, a una celda del Reclusorio Norte.
En su intento por salvar el pellejo ante la acusación de haber desviado más de mil millones de pesos del presupuesto público, Vásquez Reyes había ofrecido entregar a sus excompañeros de aventuras políticas, con quienes, asegura, repartió el botín.
A cambio de entregarlos, esperaba que las autoridades fueran benevolentes con él, por lo que se acogió al llamado Criterio de Oportunidad, que lo convertía en una especie de testigo protegido.
El ex funcionario ofreció entregar pruebas para atrapar a peces gordos de la administración de Miguel Ángel Mancera y del PRD. Su premio sería que el Ministerio Público desistiera de los cargos y quedará libre.
Para sellar el acuerdo, Vásquez Reyes aceptó haber desviado esos millones y dijo que podía decir cuándo, cómo y a quién se los entregó, a fin de que la fiscal Ernestina Godoy hiciera las pesquisas y diera el tiro de gracia al sol zteca en la capital.
Perredistas y exfuncionarios de Miguel Ángel Mancera se pusieron nerviosos, porque, efectivamente, muchos tuvieron alguna relación con el inculpado, quien entre 2017 y 2018 se autoproclamó el mecenas del partido para las campañas.
Pero Vásquez Reyes no pudo aportar nada y solito se echó la soga al cuello. Perdió por todos lados e hizo perder a Morena y a la propia jefa de Gobierno la oportunidad de vengarse del mancerismo.
Seguramente sí entregó dinero a líderes y candidatos perredistas, pero nadie fue tan tonto como para firmarle un recibo. Y, aunque así hubiera sido, la carga la habría tenido el exfuncionario que ofreció los recursos; los beneficiarios podrían haber dicho que se trató de donaciones.
La figura del Criterio de Oportunidad quedó sin efecto y fue regresado al Reclusorio Norte, de donde había salido para llevar su proceso en casa. Pero las cosas ahora son más complicadas, pues al aceptar el desvío millonario, la Fiscalía ya no tiene que probarlo.
Porque, cuando Vásquez Reyes fue aprehendido, sólo era imputado y, en una de ésas, no le hubieran podido probar las acusaciones y, al término del sexenio, recobrará su libertad. Se fue por la fácil de convertirse en chivaton y le falló; se entregó a los carniceros.
De paso, liberó de cualquier persecución judicial a quienes dice que fueron sus cómplices. Lo peor para Vásquez Reyes es que regresó a la cárcel en calidad de chiva, que no es el mejor adjetivo en esos lugares.
Su única oportunidad habría sido regresar el dinero robado, pero ya no lo tiene —al menos, no todo—, por lo que no pudo acceder tampoco a reparar el daño al erario. Mala jugada.
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