La Barriada/Martín Aguilar/Año nuevo, viejas practicas

Una de las características del año que termina, en México y en casi todo el mundo, es el de la polarización social. Un marcado encono entre contrincantes con pocos espacios de discusión civilizada, sin insultos de por medio. Las redes sociales se han encargado de exacerbar esa pradera incendiada, más el sesgo de confirmación que lleva a los usuarios a seguir y alimentarse solo del discurso de quien piensa como ellos.

                             

En nuestro país es fácil echarle la culpa de esta división al Presidente López Obrador, quien ciertamente todos los días pone su granito de arena al hablar de su mundo de buenos y malos. Sin embargo, él no comenzó la polarización, se sirvió de ella para llegar al poder y hoy la alimenta con paciencia, pero ya existía desde antes.

 

Previo al 2018 las vías de diálogo se habían roto y los bandos delineados. Las redes ya se dividían con un lenguaje verbal violento y le siguió la cerrazón en medios a voces distintas a los de muchos dueños y directivos de medios.

 

Resultado: un sexenio hipersensible, donde basta que alguien diga algo, para que surja de inmediato quien lo condene y rechace. Opositores y seguidores a ultranza del Presidente, enfrascados en el más pobre nivel de debate de que se tenga historia, que tiene su expresión máxima en las dos cámara de legisladores, que han exhibido verdaderos concursos de bajezas y ataques.

 

Cualquier tema de la vida nacional se va al todo o nada: seguridad, Guardia Nacional a la milicia, defensa o ataque al INE, feminismos, política exterior, etcétera. Seguido de descalificaciones, insultos, acusaciones. Todos, a favor o en contra, son traidores a la patria, según quien critique.

 

Y aun así, entre tanto ruido social y mediático debe ser tarea de todos construir puentes, tender la mano y buscar entendimientos, procurando las zonas grises y hasta insospechados puntos de encuentro.

 

Hay una tradición de pluralidad en la buena prensa mexicana, por ejemplo. Hay un reconocido trabajo en la academia de foros, simposios y mesas redondas abiertas a la pluralidad y el debate. Grupos de organismos no gubernamentales han servido en el pasado de catalizadores de diferencias en temas cruciales para la sociedad.

 

La nación misma, lentamente quizá, pero cada vez es menos discriminatoria en temas de sexualidad, de aborto, por ejemplo. La Ciudad de México ha sido un tradicional bastión de vanguardia en muchos temas que requieren tolerancia e inclusión.

 

Es decir, aunque latentes y minimizados, hay bastiones de pluralidad que dan cuenta de que no somos un país bidimensional donde sólo hay buenos y malos, sino uno más vasto, heterogéneo y complejo, con miles de discursos simultáneos encontrados y hasta contradictorios, y no solo dos narrativas maniqueas.

 

Perdonaran la autorreferencia, pero quiero citar la misión de los espacios de Análisis de la Organización Editorial Mexicana, que se ha empeñado en los últimos años por que el debate nacional y local pase por las páginas de sus 45 periódicos.

 

Que todos tengan voz y todos expongan sus puntos de vista: los partidos, el gobierno, las ONG, la sociedad civil organizada, los académicos, los constitucionalistas, los internacionalistas, sin regatear ni una sola de sus ideas, pidiendo siempre que el debate sea civilizado y propositivo.

 

Esa es nuestra misión para el 2023, continuar aportando ese granito de arena a un país con más debate y más puntos de encuentro que de división. 


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