Rebeca Marín
Si bien el nuevo decreto presidencial que prohíbe usar maíz genéticamente modificado para la alimentación humana, especifica algunos aspectos que habían quedado un tanto ambiguos en la medida del 31 de diciembre de 2020, pero también elude impedir su uso para la elaboración de harina industrializada con la que se hacen las tortillas, indicó Alma Piñeyro Nelson, profesora de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
La especialista resaltó que no es claro "cómo van a separar el que se empleará para la masa y la tortilla del que se utiliza para comestibles industrializados para el consumo de personas, que es una frontera bien porosa".
Piñeyro Nelson resaltó que en la nueva disposición hay serie de definiciones entre categorías de maíz según su uso y se dice que no se va emplear para consumo de personas, en particular para el sector de la masa y la tortilla; sin embargo, la posibilidad de usarlo previa industrialización del grano importado, deja abierta la puerta para sea comido por la mayoría de la población, precisó la investigadora nacional nivel I.
La disposición, agregó; resta fuerza al decreto del año 2020, porque el sector de la masa y de la tortilla es uno, empero, la fabricación de la harina industrializada que se utiliza para tortillas, totopos y cereales parece quedar sin regulación, ya que no está clara la normatividad que se aplicará a esas empresas para garantizar que no utilicen el grano transgénico importado.
Para la académica del Departamento de Producción Agrícola y Animal de la Unidad Xochimilco, en la ley queda especificado que las autoridades competentes en materia de bioseguridad, las Secretarías de Medio Ambiente, de Salud y de Hacienda y Crédito Público, tienen que implementar medidas para abstenerse de adquirir, utilizar, distribuir, promover e importar maíz genéticamente modificado, pero no se dice cómo lo van a lograr, puntualizó la doctora Piñeyro Nelson.
En entrevista, la doctora en ciencias biomédicas refirió que esa falta de claridad de cómo regular el uso del maíz transgénico se da en un contexto de una opacidad sobre cuáles son las rutas de trasiego del grano importado de Estados Unidos una vez que entra al territorio nacional.
"Una vez que el maíz está en México no se tiene una base de datos actualizable para saber cuáles son los concentradores de granos regionales y nada avala que no se esté mezclando el maíz importado con el blanco que se produce en el país y que está primordialmente destinado para la alimentación humana", subrayó.
"Nuestros estudios sugieren que no sólo se usa para provisión animal y productos industriales, sino que está acabando en la cadena de alimentación humana, ya que se compra muy barato porque está hípersubsidiado en Estados Unidos", indicó.
Sobre el daño que ocasiona el consumo de maíz genéticamente modificado, indicó que hay varios análisis de alimentación en ratas como el muy controvertido estudio de Gilles-Eric Seralini –investigador francés y colaboradores– que por cuestiones políticas fue retractado del Journal, pero que fue republicado con más evidencia.
También hay pesquisas en puercos y otros mamíferos en las que se ve que el uso de grano transgénico, en particular el que soporta el herbicida glifosato, genera alteraciones fisiológicas.
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