Rebeca Marín
Mano de obra barata, tierras a bajo costo, recursos naturales abundantes y tratados comerciales sólidos, dicen especialistas, son frente a los elevados costos de transporte de Asia a Estados Unidos (propiciados por la pandemia de covid-19 y el conflicto armado entre Rusia y Ucrania), los principales atractivos que ven empresas estadounidenses y chinas para trasladar sus plantas de manufactura a México, un fenómeno conocido como nearshoring (relocalización), que ante los ojos del mundo es la última oportunidad de cambiar la estructura económica de nuestro país.
De aprovechar la oportunidad, dicen algunos analistas, México puede impulsar el crecimiento de su producto interno bruto en 8 por ciento en los siguientes seis años, optimismo que comparte el mismo gobierno mexicano; no obstante, señalan otros, detrás hay retos importantes como la seguridad, la incertidumbre en el clima de negocios, el reto de construir una cadena de suministros, la falta de espacios para naves industriales y no menos importante, el duro golpe que representará para el ecosistema del país el arribo de tal cantidad de fábricas.
Sobre este último punto hace énfasis Eduardo Enrique Aguilar, investigador de la Universidad de Nuevo León, quien señala que un proceso de industrialización al grado que se pretende implica depredación de bosques, acaparamiento de agua, colocación masiva de concreto, emisión de gases tóxicos, exceso de automóviles y consumo masivo de energía, entre otras cosas, que implican una intensa degradación del entorno.
El ejemplo perfecto, explica, es Monterrey, Nuevo León, cuya zona metropolitana puede ser catalogada como un "infierno ambiental", pues al problema de la crisis hídrica se le debe agregar el del aire (en lo que va del año muy pocos días sus habitantes han contado con buena calidad) y ahora el agregado de Tesla, empresa que instalará una megafábrica de baterías de litio sin presentar públicamente ningún estudio de impacto ambiental.
Destacó que el nearshoring implica el uso de grandes recursos, pues sólo por poner un ejemplo, el agua no sólo es necesaria para la fábrica, sino también para toda la infraestructura que requiere un polo de desarrollo, como son fraccionamientos, clústers, hospitales, hoteles, y demás servicios.
Paralelamente a lo ambiental, México enfrenta otros retos, uno de ellos es la escasez de espacio industrial en zonas consideradas como manufactureras. De acuerdo con estimaciones de Santander, en el país hay 57 millones de metros cuadrados de plantas industriales; sin embargo, en la zona fronteriza hay nula disponibilidad y en el resto hay apenas 3 por ciento de espacios disponibles.
Lo anterior es un problema dada la alta demanda, pues de acuerdo con la Asociación Mexicana de Parques Industriales Privados, existe interés por parte de empresas extranjeras, especialmente de estadounidenses y asiáticas, al grado de que en 2022 se estima que se construyeron alrededor de 47 parques industriales; sin embargo, a estas alturas el espacio disponible para este tipo de infraestructura ya es poco.
Un reporte de la consultora global CBRE indica que al cierre de tercer trimestre 2022 se alcanzó un millón 200 mil metros cuadrados de demanda de espacios por concepto de nearshoring, lo que representó casi el doble de la cifra anual con la que cerró el 2021, siendo el norte la región del país más demandada por las empresas que buscan instalar fábricas para posteriormente mandar su producto a Estados Unidos.
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