Luego de que ayer especialistas alertaron sobre la poca confiabilidad de las encuestas, debido a la dificultad para hacer trabajo de campo, se abre la Caja de Pandora acerca de la veracidad de los números que presumen los candidatos de los partidos.
Empresas especializadas en el tema coinciden en que la toma de varios territorios por el crimen organizado, que los ciudadanos supediten su opinión a los programas sociales, y que grupos políticos polarizan a la población, las obligan a tomar con reserva los resultados.
Por ejemplo Roy Campos, director de Consulta Mitovsky, pone en entredicho los números de las casas encuestadoras, incluyendo la suya, pues argumenta que los resultados de hoy no se parecen necesariamente a los de ayer.
Señala que en ocasiones los encuestados no dicen lo que están pensando, y que eso ha sido siempre. Que pasaba con el PRI y que seguramente ocurrirá con Morena, aunque no se puede medir todavía.
Mucho se ha hablado de que hay un porcentaje importante de voto oculto y de rechazo a ser encuestado, lo que provocaría que los números que manejan los partidos, sobre todos quienes van arriba, no sean certeros.
Eso implicaría que muchas de las encuestas publicadas podrían ser falsas, y quizá por ello algunos ajustaron sus números finales a la baja.
Ningún encuestador había reconocido abiertamente que pueden haberse equivocado, y que los resultados de la elección del domingo podrían ser muy diferentes de los que se perciben hoy.
Esto debió caer como balde de agua helada en el oficialismo, pues los candidatos de Morena, en especial Claudia Sheinbaum, había sostenido que la elección será un mero trámite, pues las encuestas la ubican 20 puntos arriba de Xóchitl Gálvez, su principal rival.
Y aquí es donde entra otro tema que ha sido motivo de discusión entre especialistas, y es el de las encuestas telefónicas que se hacen a través de robots, y que arrojan números muy distintos a los de la mayoría.
Quienes están en contra afirman que regularmente la gente no responde, pues hay desconfianza ante tantos fraudes telefónicos. O que rechazan hablar de sus preferencias electorales por esa vía, pues quienes llaman tienen sus datos, y temen que su opinión pueda acarrearles problemas.
Los que apoyan ese sistema aseguran que es la mejor forma de acercarse a resultados confiables, ya que las llamadas se hacen aleatoriamente, y libran obstáculos como la negativa de las personas a abrir sus puertas, o la dificultad de cubrir unidades habitacionales, por ejemplo.
Pero sin importar quiénes tengan la razón, el asunto es que, por primera vez, los especialistas aceptan que no hay nada definido en la lucha del próximo domingo, y que nadie puede cantar una victoria anticipada.
La contienda sigue abierta y se decidirá hasta el cierre de todas las casillas, por lo que todo mundo debe salir a votar, por el partido o coalición de su preferencia, y luego cuidar que los votos se respeten.
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