En la laureada película La Ley de Herodes, donde el cineasta Luis Estrada hace una sátira de la política mexicana, se muestra a un secretario, interpretado por Pedro Armendáriz, dar posesión al nuevo alcalde de San Pedro de los Saguaros, un pueblo ficticio de cien habitantes.
Como habían matado a los anteriores alcaldes, Juan Vargas, personificado por Damián Alcázar, es enviado como sustituto, y Fidel López, papel de Armendáriz, le entrega una pistola y una copia de la Constitución Política.
La historia, estrenada en 1999, se ubica en el México de 1949, durante sexenio del presidente Miguel Alemán. Tras darle posesión, Fidel le recalca a Vargas lo que representan el arma y la Constitución que puso en sus manos.
Socarronamente, el funcionario le especifica al alcalde que esas dos cosas representan la ley y el orden, y le recuerda que la única ley que existe es la Ley de Herodes: "O te chingas o te jodes".
Según documentos bíblicos, Herodes fue un rey que, tras el nacimiento de Jesús de Nazaret, empezó a temer que, al crecer éste, quisiera tomar su reino, por lo que ordenó asesinar a todos los niños menores de dos años.
Luego de un inicio temeroso, el nuevo alcalde se empieza a apoderar del polvoriento pueblo y a cobrar altos impuestos a sus humildes habitantes, incluyendo al prostíbulo regenteado por doña Lupe, interpretada por Isela Vega.
Juan Vargas se convierte en cacique y hace del texto constitucional lo que le viene en gana, al grado de que Fidel le hace una visita para comprobar lo que se decía de él.
¿Qué cambiaste la Constitución, pinche Varguitas?, le pregunta el funcionario, a lo que el ignorante alcalde responde que sí… en la historia se escapa de un linchamiento y regresa a la ciudad como diputado federal por el partido oficial.
Eso, que pareciera ficción o, al menos, un capítulo olvidado de la política mexicana, es la triste realidad que hoy se vive con Morena, partido que pasa por encima de todas las leyes e interpreta la Constitución a su antojo para apoderarse de todo.
No les importa ir en contra de lo que ellos mismos impulsaron cuando eran oposición y el gobierno los aplastaba por ser minoría. Entonces la ley era injusta, pues no les favorecía; hoy, la misma ley es justa, pues les favorece.
A pesar de su alta votación, Morena y sus aliados no podrían atropellar a todos si no contaran con la complicidad de malos mexicanos, desde diputados, senadores, consejeros electorales y magistrados de diversos tribunales.
Ellos venden su voto a cambio de canonjías, que seguramente no les durarán mucho tiempo y, cuando se las retiren, serán desechados. Entonces no habrá instituciones, que ellos mimos están ayudando a destruir; tampoco quién los defienda, porque así lo están decidiendo hoy.
Morena promueve la de voy derecho y no me quito… O para ser más claro, la Ley de Herodes.
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