Una auténtica orgía entre partidos se vivió ayer en la instalación de la Tercera Legislatura del Congreso de la Ciudad de México, pues en menos de dos horas todo el mundo ya se había metido con todos, sin importar colores.
La lujuria la inició Morena, pues, a falta de un sólo diputado para tener la mayoría calificada, con la cual podrá despedazar la Constitución Política capitalina que apenas entró en vigor en 2018, salió de compras y pronto encontró los clientes.
Las compras más vergonzosas fueron las del experredista —y ahora también expanista— Luis Chávez, hijo del exdelegado del PRD en Tlalpan, Higinio Chávez. Pero también el de la hasta ayer priista Silvia Sánchez Barrios, que a través del PVEM se entregó a los brazos de la 4T.
En el primer caso, Chávez fue derrotado en las urnas por Morena, cuando buscaba reelegirse por el PAN como diputado local. Con las uñas alcanzó una plurinominal, pero su triunfo fue impugnado.
Sin el menor rubor, antes de arrancar el acto de instalación de la Legislatura, el hijo de… Higinio ya se estaba sentado con la bancada guinda. Desde ese momento a todo el mundo le quedó claro que el junior se había vendido al oficialismo.
Con él, Morena y sus aliados tenían ya los 44 diputados necesarios para completar la mayoría calificada que anhelaban, luego de que, antes, el Tribunal Electoral les había regalado siete plurinominales extra, valiéndose de un sucio truco para brincar la ley.
Pero eso no les fue suficiente, pues ya tenían amarrada a la priista Sánchez Barrios, quien, sin ningún recato, aceptó que el Verde le cediera a la diputada Leticia Haro para formar una asociación parlamentaria de comercio popular feminista.
Al explicar su chapulineo, Silvia aclaró que pasarse a la 4T fue una decisión personal y que su madre —Alejandra Barrios— se mantendría en el PRI. Como si eso fuera importante, pues la matriarca ya no está activa en la política.
Con su traición, Sánchez Barrios deja al PRI con sólo dos diputados, pero no es la primera vez que los traiciona. En la legislatura pasada, dos veces pidió licencia y envió a su sobrina, que era su suplente, a votar por la ratificación de Ernestina Godoy como fiscal, pero no se logró.
Silvia no es la que hace política en la familia; ella siempre fue una ama de casa dedicada al comercio popular, como sus familiares. Su lugar le correspondía a su hermana Diana, quien, luego de ser encarcelada por el gobierno capitalino, tuvo que meterla para apartar el lugar.
La bacanal legislativa organizada por Morena no era necesaria; tenían todo. Fue como patear al rival ya tirado en el suelo e inconsciente. Se ven muy mal y ellos mismos se deslegitiman, pues, al no tener que hacer política para convencer a nadie, pocos creerán en sus triunfos.
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