Coordenadas Políticas/Martín Aguilar/Divide y vencerás

Qué fácil obligar a los adversarios a pasarse con ellos, aunque no crean en el proyecto, sin tener que convencerlos; simplemente con amenazas o con hacerlos ricos.

 

Sin importar que como oposición lucharan en contra de las viejas prácticas de la derecha, que obligaba a sus adversarios a doblarse ante ellos, ya fuera mediante carretadas de dinero o la desaparición de carpetas judiciales, Morena se está superando con creces.

 

La historia de la izquierda, ésa que dicen representar los integrantes de la 4T —empezando por su líder moral—, fue escrita con la sangre de auténticos defensores del pueblo que dieron la vida por sus ideales y contribuyeron a que sus camaradas llegaran al poder.

 

Pero quienes llegaron los han traicionado y ahora cualquier rufián se cuelga la medalla de demócrata y socializador de la riqueza para llevar la justicia al país. No importan sus antecedentes.

 

Elaborar una lista de estos personajes sería muy larga, pero basta con ver a los que ahora atraen los reflectores para entender la farsa que es Morena. Todos se dicen de izquierda, pero, sin excepción, todos cobran y viven como los de la derecha.

 

En las viejas épocas del PRI, partido que se enquistó en el poder la mayor parte del siglo pasado, no había sorpresas. Eran tan cínicos y corruptos que no necesitaban disfrazarse de nada; daban la orden y ya.

 

Lo mismo que los panistas, igual de corruptos. Pero ahora ya ni siquiera fingen hacer política, pues no tienen que convencer a los adversarios con argumentos o ideas, sino mediante la forma más baja y corriente: mostrar su orgullo porque sus chantajes funcionan.

 

Por ejemplo, escuchar a los senadores Manuel Velasco y Gerardo Fernández Noroña presumir que ya tienen a los 86 senadores necesarios para aprobar la reforma al Poder Judicial, sin ocultar que los compraron o los extorsionaron, es denigrante.

 

Qué fácil obligar a los adversarios a pasarse con ellos, aunque no crean en el proyecto, sin tener que convencerlos; simplemente con amenazas o hacerlos ricos, utilizando los recursos del gobierno que representan; y se asumen diferentes.

 

O como Claudia Sheinbaum criticando a los estudiantes que se manifiestan en contra de la reforma judicial, diciendo que una minoría no puede frenarla. ¿Acaso olvidó tan pronto que su carrera la hizo como activista universitaria, protestando contra el gobierno?

 

O Mario Delgado, que en cada spot de su partido critica a los corruptos del pasado, pero que se da vida de rey, asistiendo a antros fifís y viviendo en zonas exclusivas, sin dar cuentas de cómo obtuvo todos sus bienes.

 

Eso para no mencionar a Rocío Nahle, Manuel Bartlett, Félix Salgado Macedonio, Cuauhtémoc Blanco y demás pléyade de políticos que se enriquecieron a su paso por los diversos cargos públicos a los que han llegado.

 

Caso aparte son las ministras del pueblo, que el movimiento puso en la Corte y que, abiertamente, enarbolan la bandera de Morena sin el menor recato.

 

Es que, para donde se mire, la 4T está plegada de nuevos y viejos ricos. 


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