Como si estuviera en el tradicional circo de su familia, Andrés Atayde tuvo que hacer malabares para evitar que nueve de sus compañeritos se subieran al trapecio y brincaran fuera de la fracción legislativa del PAN, que estuvo a punto de partirse en dos la semana pasada.
La razón principal del intento de rebelión fue —para variar— por el escrupuloso manejo de los millonarios recursos que las bancadas reciben en el Congreso de la Ciudad de México, y que son administrados al arbitrio de cada coordinador.
El dueño del balón azul en Donceles es Atayde, quien intentó chamaquearse a sus compañeros con la repartición del pastel, que generosamente les da cada mes la ciudadanía. No contaba con que se le pondrían al brinco.
Los más experimentados de su bancada le dijeron que si no abría la chequera, tendría que enfrentar las consecuencias, que pudieron haber terminado en una profunda división entre los suspiritos azules.
Y es que, de los 15 diputados que integran la fracción panista, nueve estaban en contra y amenazaron con formar su propia asociación parlamentaria, que hubiera dejado en los huesos al grupo parlamentario.
Ya hasta tenían el nombre de Acción por la Ciudad de México para independizarse, lo que hubiera sido una verdadera tragedia para el coordinador albiazul, pues habría sido arrumbado con la pelusa legislativa.
Al final negoció con cada diputado en particular, y fue así como se llegó a un acuerdo para la repartición del dinero que, por supuesto, no fue parejo, pues del tamaño del sapo fue la pedrada.
Algo está pasando entre los suspiritos, a quienes se les están volviendo costumbre las traiciones en cada legislatura local. Casualmente se han ido personajes que respondían, en su mayoría, a Atayde.
La legislatura pasada, por ejemplo, se le fueron los diputados Ana Villagrán —hoy flamante encargada de la Agencia de Atención Animal de la CDMX—; Gonzalo Espina, diputado federal suplente de Morena, y Andrea Vicenteño, quien también se les convirtió en guinda.
Pero en ésta tampoco estuvieron exentos de las traiciones, ya que el experredista y hoy expanista Luis Chávez se les fugó hacia Morena antes de arrancar la legislatura.
Y es que el panismo ha olvidado la promoción que tradicionalmente hacía con sus cuadros juveniles, que al llegar a una posición defendían la playera del partido, que traían bien puesta. Ahora ofrecen posiciones a líderes que prometen votos, pero que al final sólo buscan el poder.
En aras de ganar a como dé lugar, los panistas compran muy caro a dirigentes externos sin ideología, a quienes les tienen que pagar con posiciones, que al final se encargan de negociar por su cuenta.
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