Fwd: La Barriada/Martín Aguilar/No por mucho madrugar

Mucho se ha dicho que, si la alianza opositora no designa ya a su candidato, no habrá tiempo para construir una verdadera opción que enfrente con éxito a las corcholatas de Morena en 2024.

 

El tiempo apremia, cierto, pero aún hay margen para consolidar una figura opositora con la fuerza suficiente para hacerse en dos años de la Presidencia de la República.

 

Quienes dicen que la oposición no tiene una figura importante rumbo a 2024, es quizá porque solamente la buscan en el PAN, el PRI, el PRD o Movimiento Ciudadano; no quieren ver que muy probablemente el próximo candidato opositor esté aún en Morena.

 

Porque cada vez está más claro que, de las tres corcholatas presidenciales, el único que está fuera de la contienda es Marcelo Ebrard, quien, por ser el más calificado, es precisamente al que menos quieren los radicales de la 4T.

 

Y es que, si el canciller ganara, a lo más que podría aspirar el actual Presidente es a que le cubriera las espaldas, porque de inmediato revertiría la mayoría de las políticas de su gobierno y hasta ahí llegaría la fantasía de la supuesta transformación.

 

Como en Palacio Nacional saben que Marcelo se comería fácilmente a Claudia Sheinbaum —la corcholata favorita—, decidieron poner a correr al secretario de Gobernación, Adán Augusto López Hernández.

 

La idea era que el tabasqueño le quitara reflectores a Ebrard, pero la cosa no ha salido del todo bien, pues Adán Augusto crece como la espuma, pero a quien le quita votos es a Claudia.

 

Y es que al interior de Morena creen que el secretario de Gobernación es la verdadera carta del Presidente, por lo que ya han empezado a aglutinarse a su lado, descobijando cada vez más a la doctora.

 

A estas alturas del partido, todo el mundo tiene claro que Sheinbaum ya no creció y que en Palacio Nacional se la tendrán que jugar con otro López, ahora el de la Segob, lo cual les deja el pendiente de qué hacer con Marcelo Ebrard.

 

Es obvio que el canciller no aceptará nada que no sea la candidatura presidencial, pues se ha preparado toda su vida para el cargo y sabe perfectamente que ésta es su última oportunidad. Nada de premios de consolación ni de esperar a 2030.

 

Es ahí donde Ebrard pinta para candidato de unidad en la oposición, pues tiene el ADN priista, fue jefe de Gobierno por el PRD y hasta diputado por el Verde Ecologista. Es uña y mugre con Dante Delgado en el MC; el PAN tendría la CDMX y buena tajada en las cámaras.

 

Ésa sería la opción ganadora de la alianza y ahí estaría el candidato que aún no pueden anunciar, porque si el canciller renuncia ahora, quedaría como traidor; si Morena lo hace a un lado, a pesar del sacrificio que hizo en 2012 al bajarse de la candidatura, quedará como víctima.

 

Y, para amarrar, ahí está Ricardo Monreal, que bien podría jalar con sus legisladores, dirigentes y gobernadores, que, por más que Morena los presuma como propios, la realidad es que jalarán con quien les dé viabilidad después de 2024.

 

Ni hablar de empresarios, sindicatos, Iglesia, comunidad internacional y hasta un buen grupo de morenos que, gustosos, iniciarían la desbandada.

 

La alianza cocina ya a su candidato. 

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