Apenas hace un par de días el alcalde llamaba aún a la rebelión —con el aval de Clara Brugada— ante la imposición de Janecarlo Lozano como candidato a gobernar la segunda demarcación más grande de la capital del país.
Amenazó con ir a los tribunales, y dijo que su esposa, Beatriz Rojas, rechazaría el ofrecimiento de reelegirse como diputada por el Distrito 7. Incluso mandó seguidores a protestar en la sede local de Morena, para exigir la expulsión de Sebastián El Sebas Ramírez, presidente del partido.
A Chíguil ya le habían dicho que su impugnación no procedería, pues la dirigencia tiene la facultad de designar a quien se le dé la gana, con el pretexto de la ponderación de las encuestas, y habían decidido por Lozano; legalmente nada se podía hacer.
Todos sabían que el alcalde sólo quería estirar la liga, para ver qué más sacaba. Incluso se reunió con opositores, para amagar con que podría ir con ellos por debajo del agua.
Como en Morena algunos actores políticos de la ciudad se quejaban de que sus bases andaban alborotadas, yendo a tocar otras puertas, pues percibían que la 4T estaba hecha un desastre, se aceleró el jalón de orejas para Chíguil.
Lo obligaron a posar para la foto de la unidad con Claudia y con Clara —por separado, desde luego—, pero eso no garantiza que vaya a apoyar a quien le impusieron en GAM para que tome su lugar.
Y es que en ese territorio Janecarlo no es bien visto ni por la gente del alcalde ni por la del exjefe delegacional, Víctor Hugo Lobo, que son las dos fuerzas que pueden inclinar los resultados en favor de cualquiera de las opciones electorales.
Tendrían que ponerse de acuerdo ellos para garantizar el triunfo de Morena en ese territorio, y eso costaría mucho. No sólo al partido, sino además al propio candidato, quien de entrada tendría que ceder posiciones importantes en lo que sería su probable gobierno.
Aunque ambos han manifestado que no comulgan para nada con Lozano, entre los morenistas aseguran que, en realidad, su postulación fue una jugada de Lobo, pues el hoy candidato fue su pupilo, incluso llegó como diputado del PRD bajo su tutela, antes de brincar a Morena.
Posterior a ese brinco, Lobo envió a su vicecoordinador, Jorge Gaviño, a sumarse con Sheinbaum, y finalmente él mismo se pasó al lado oscuro. El exdelegado lo niega, pero en tierras maderenses no le creen que no haya metido la mano ahí .
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