Coordenadas Políticas/Martín Aguilar/Ojos que no ven

Legalmente no le corresponden, Morena juega con fuego, pues la historia en la capital muestra que una mayoría no garantiza la unión entre un partido y su gobierno.

 

A los guindas ya les pasó en 2018, cuando llegaron a Donceles con una mayoría arrolladora y una oposición tan famélica que los diputados del oficialismo no tenían necesidad de cabildear con ellos, pues prácticamente no existían.

 

Al no tener rivales, las tribus morenistas sacaron el ADN perredista y desataron una guerra interna, similar a la que en su momento vivieron López Obrador y Marcelo Ebrard gobernando el DF.

 

Confiando en que todos se le cuadrarían, a Claudia Sheinbaum se le hizo fácil imponer como coordinadora de la bancada a Ernestina Godoy. Pero si bien fue nombrada, jamás pudo controlar al grupo, que se le dividió en tres.

 

La razón era sencilla: al carecer de rivales, los diputados de Morena se comenzaron a disputar las mejores posiciones legislativas, y los millonarios recursos que el Congreso siempre ha ofrecido a sus huéspedes.

 

Ernestina jamás pudo tener el control, al grado que fue derrotada dos veces por su compañero José Luis Rodríguez, actual secretario del Trabajo de la CDMX. La falta de habilidad de quien será la próxima consejera jurídica de la Presidencia hizo que su bancada se pulverizara.

 

Por más llamados que hizo Sheinbaum a la unidad, las tribus no escucharon y, al final, Godoy tuvo que ser rescatada: fue impuesta como la primera fiscal autónoma de la capital, a pesar de no cumplir con los requisitos; su nombramiento violó todas las leyes.

 

Algo similar le puede volver ocurrir a Morena, que mediante triquiñuelas quiere hacerse de siete curules que no le corresponden, a fin de asegurar 43 de los 44 votos necesarios para tener la mayoría absoluta.

 

Eso los pondría a un sólo voto de controlar todas las decisiones legislativas. Seguramente no tendrían ningún problema para comprar algún opositor de moral elástica y completar la cifra, pero entonces su problema sería interno.

 

Hace seis años, Sheinbaum cometió el error de darles libertad a los diputados de ponerse de acuerdo entre ellos sobre la gobernabilidad del Congreso. Eso sí, les advirtió que no toleraría la formación de tribus, como lo hacían en el PRD, partido del que proviene la mayoría.

 

Parece que les dijo todo lo contrario, porque jamás se pusieron de acuerdo y lo primero que hicieron fue justamente formar tribus, lo cual complicó la operación del gobierno con su partido, al grado de que tuvo que usar a la oposición.

 

Seguramente en esta ocasión Clara Brugada querrá meter mano en la bancada oficial y, aunque seguramente intentará no cometer el error de dejar que ellos mismos acuerden, tampoco podrá evitar la formación de tribus, por la sencilla razón de que ya están formadas.

 

Quizá lo que más convendría a Clarita sería frenar el intento morenista de agandallar siete curules y mejor sería fortalecer a la oposición. Una oposición fuerte le ayudaría a legitimar su propio gobierno e, incluso, a hacerle contrapeso a su mismo partido. 


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