Al interior de la bancada morenista de Donceles, consideran que fue un error —y una injusticia— haber desplazado a Martha Ávila de la coordinación de su Grupo Parlamentario, pues han arreciado las tensiones entre las tribus.
Después de haber liderado el Congreso de la Ciudad de México en las primeras dos legislaturas, todos daban por hecho que Ávila repetiría en el cargo, toda vez que es muy cercana a Clara Brugada, próxima jefa de Gobierno.
Como quiera ya había aprendido la dinámica legislativa, y nadie hubiera hecho mayor escándalo si la ratificaban. Pero Martí Batres metió su cuchara e impulsó a Xóchitl Bravo para que se quedara con esa plaza.
En un principio se pensó que el cambio de señales se debía a que Martha se iría al gobierno de Brugada, pero fue enviada como presidenta de la Mesa Directiva en Donceles —un cargo que no domina—, donde, incluso, ha quedado exhibida.
Y es que no es lo mismo manejar a su antojo el jugoso presupuesto del Congreso local, con una corte de empleados a su servicio, que estar conduciendo las sesiones, apoyada solamente por tres colaboradores.
No había necesidad de esa rudeza en contra de Ávila, quien quedó resentida no sólo con Bravo, sino además con quienes considera que la traicionaron, lo cual no augura buenas cosas para Brugada en Donceles.
Por más que algunos recomendaban llevar las cosas con calma, las ansias de poder —y de dinero— de las tribus se impusieron, y se forzó el nombramiento de la coordinación del Congreso capitalino, dando como resultado una rápida división.
Lo de menos sería que se trata de un enojo y ya, pero esa jugada será la semilla de la discordia, pues quienes salieron lastimados guardarán el resentimiento, y tarde que temprano intentarán empujar un cambio de mando.
No sería nada nuevo, pues en 2018 Morena también avasalló en las elecciones y obtuvo una amplia mayoría, que le permitía aplastar a la oposición, pues ni siquiera tenían que consultarles nada, por la sencilla razón de que no lo requerían.
Ante la falta de opositores externos, los morenistas comenzaron a pelear entre ellos —por dinero y puestos—, y se canibalizaron de tal forma que ni la propia Claudia Sheinbaum, recién llegada al gobierno, pudo evitar.
Se buscó imponer el liderazgo de Ernestina Godoy, a quien designaron coordinadora de la fracción guinda, pero nunca pudo tomar los hilos en Donceles, y fue rebasada. La tuvieron que rescatar como fiscal de la CDMX, con todo y que no reunía los requisitos.
Y como dicen que el ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, Morena y sus aliados están repitiendo el mismo esquema, que no pinta nada bien para el oficialismo.
Se esperaba que las comisiones calmaran un poco el hambre de las tribus, pero la forma como se repartieron sólo aumentó el enojo. Los problemas ya empezaron, y eso que Clara ni siquiera ha llegado.
Al interior de la bancada morenista de Donceles, consideran que fue un error —y una injusticia— haber desplazado a Martha Ávila de la coordinación de su Grupo Parlamentario, pues han arreciado las tensiones entre las tribus.
Después de haber liderado el Congreso de la Ciudad de México en las primeras dos legislaturas, todos daban por hecho que Ávila repetiría en el cargo, toda vez que es muy cercana a Clara Brugada, próxima jefa de Gobierno.
Como quiera ya había aprendido la dinámica legislativa, y nadie hubiera hecho mayor escándalo si la ratificaban. Pero Martí Batres metió su cuchara e impulsó a Xóchitl Bravo para que se quedara con esa plaza.
En un principio se pensó que el cambio de señales se debía a que Martha se iría al gobierno de Brugada, pero fue enviada como presidenta de la Mesa Directiva en Donceles —un cargo que no domina—, donde, incluso, ha quedado exhibida.
Y es que no es lo mismo manejar a su antojo el jugoso presupuesto del Congreso local, con una corte de empleados a su servicio, que estar conduciendo las sesiones, apoyada solamente por tres colaboradores.
No había necesidad de esa rudeza en contra de Ávila, quien quedó resentida no sólo con Bravo, sino además con quienes considera que la traicionaron, lo cual no augura buenas cosas para Brugada en Donceles.
Por más que algunos recomendaban llevar las cosas con calma, las ansias de poder —y de dinero— de las tribus se impusieron, y se forzó el nombramiento de la coordinación del Congreso capitalino, dando como resultado una rápida división.
Lo de menos sería que se trata de un enojo y ya, pero esa jugada será la semilla de la discordia, pues quienes salieron lastimados guardarán el resentimiento, y tarde que temprano intentarán empujar un cambio de mando.
No sería nada nuevo, pues en 2018 Morena también avasalló en las elecciones y obtuvo una amplia mayoría, que le permitía aplastar a la oposición, pues ni siquiera tenían que consultarles nada, por la sencilla razón de que no lo requerían.
Ante la falta de opositores externos, los morenistas comenzaron a pelear entre ellos —por dinero y puestos—, y se canibalizaron de tal forma que ni la propia Claudia Sheinbaum, recién llegada al gobierno, pudo evitar.
Se buscó imponer el liderazgo de Ernestina Godoy, a quien designaron coordinadora de la fracción guinda, pero nunca pudo tomar los hilos en Donceles, y fue rebasada. La tuvieron que rescatar como fiscal de la CDMX, con todo y que no reunía los requisitos.
Y como dicen que el ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, Morena y sus aliados están repitiendo el mismo esquema, que no pinta nada bien para el oficialismo.
Se esperaba que las comisiones calmaran un poco el hambre de las tribus, pero la forma como se repartieron sólo aumentó el enojo. Los problemas ya empezaron, y eso que Clara ni siquiera ha llegado.
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