Rebeca Marín
Desde las 11 de la mañana y hasta las seis de la tarde aproximadamente, los canales de Xochimilco son un escenario improvisado en el que por allá se escuchan las melodías de la marimba chiapaneca, las canciones norteñas y no falta el grupo de jóvenes con su bocina estridente para escuchar los éxitos del reggaetón, pero entonces el sonido afinado de una trompeta de mariachi impone orden y su música gana terreno.
Los domingos es el principal día de la semana de ese lugar turístico porque aumentan los visitantes, quienes pagan 750 pesos, la tarifa más reciente, para hacer un recorrido en trajinera por los canales más concurridos de uno de los últimos sitios lacustres de la capital del país.
Llegan de todas partes de la ciudad, de los estados y del extranjero a conocer y disfrutar de una parte de lo que era el México prehispánico, cuando los canales fueron las principales vías de comunicación.
En su trayectoria acuática son abordados por vendedores de flores, otros les ofrecen antojitos y también los músicos pasan lista de presentes, porque hay 17 o 18 grupos de mariachis que circulan por los canales de Xochimilco para interpretar la auténtica música mexicana de embarcación a embarcación
Algunos turistas recorrieron los canales desde el embarcadero de Caltongo, sitio del que salen los conjuntos de mariachis para internarse por los canales a la caza de clientes, quienes por lo regular les piden las canciones tradicionales mexicanas, como Cielito lindo, que es la más solicitada por visitantes nacionales y extranjeros.
Martín Pérez Flores es el violinista del mariachi Sol de Mi Tierra, quien arribó a ese lugar con su instrumento ya guardado en su estuche, pero aceptó platicar sobre los gustos principales de la clientela.
El señor tiene 45 años de ser mariachi en las aguas de Xochimilco y dijo que los visitantes ya no le piden canciones como La cucaracha, La Adelita y otros corridos revolucionarios, que pasaron al olvido y que él solía interpretar cuando empezó a trabajar en ese centro turístico.
Durante la visita fue posible observar que el alcohol abunda: turistas y prestadores de servicios lo consumen, sobre todo las famosas micheladas. Frente a este panorama el violinista, quien viste un traje impecable de chaquetilla, con el nombre del grupo atrás, y chaleco de color rojo, camisa blanca, y pantalón beige, descartó que se presenten conflicto con jóvenes alcoholizados, porque "ellos vienen a divertirse y nosotros a trabajar".
Martín reconoció que en ocasiones no falta el visitante bajo los efectos del alcohol, que no quiera pagar las piezas y entonces se hace todo lo posible para convencerlo de que cubra su adeudo.
Sobre cómo les ha ido con el aumento en la tarifa, ya que ahora cobran 300 pesos la canción cuando antes eran 200 pesos, Martín Pérez Flores reconoció que al inicio los perjudicó, porque la gente no se acostumbra, pero eso lo harán poco a poco. A los músicos también les ha pegado la inflación en estos días patrios.
Ya para terminar, mencionó que las piezas que los extranjeros piden más son Cielito lindo y Guantanamera, pero no tanto El mariachi loco, "esa, más bien los mexicanos nos las piden" y así se vio durante el recorrido, cuando un grupo de mariachis bailó al son de esa alegre melodía, porque "el mariachi loco quiere bailar, el mariachi loco quiere bailar".
Otro de los mariachis dijo que fue el guitarrista del grupo Luna Nueva, su nombre es David Hernández, quien habló entusiasmado de su profesión, de ser un mariachi porque -advirtió- para portar el traje con orgullo, hay que ganárselo con estudio, práctica, luchar, hay que dedicarle tiempo, empeño y ganas.
Antes de ser músico trabajó de mesero, pero pudo más el gusto por la música y desde hace seis años cambió la filipina por el elegante traje de mariachi y es que "siempre me gustó cantar".
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