También la Comisión Reguladora de Energía (CRE), el Sistema Nacional de Mejora Continua de la Educación y el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI).
El argumento y la salida fácil es que se trata de un mandato del pueblo derivado de las elecciones pasadas.
Sin embargo, en el fondo hay una contradicción, pues quienes quieren desaparecer los órganos autónomos, son los mimos que ayudaron a su creación.
Es decir, el movimiento que nació tras el surgimiento del Frente Democrático Nacional, propició la creación de los organismos autónomos y la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH).
Aquellos paladines de la democracia, la transparencia, las libertades y los derechos humanos, hoy se están convirtiendo en sus más férreos detractores.
Cambiaron su forma de hacer política; hoy son lo que por años cuestionaron y criticaron; viven como potentados; son adoradores de la extravagancia, los excesos y abusos de poder.
Se han olvidado de sus orígenes. El poder les ha carcomido los principios e ideología. Hoy son lo que nunca quisieron ser: criminales de la autonomía.
Llevan consigo la sombra, el estilo, la herencia y la caracterización de quien los encumbró en el poder: Andrés Manuel López Obrador.
Es decir que le deben ciega obediencia. De ahí su empeño en continuar el legado destructor de la falsamente transformación.
Es evidente que son enemigos de todo aquello que se llame justicia, autonomía y por ende democracia.
Así es como se explica las sistemáticas andanadas en contra del Poder Judicial, interprete por antonomasia de la Constitución.
Usan la presión y el chantaje como fórmula para doblegar a adversarios, tal y como sucedió con el ministro Alberto Pérez Dayán.
¿Qué le saben? ¿Qué le encontraron? ¿Qué les debe para no allanarse a los ocho votos para invalidar la reforma judicial?
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